dimarts, 29 de maig del 2012

Blas de Otero


Blas de Otero era un poeta español. Nació en Bilbao y murió en Madrid. Él escribe para y para el hombre, y trata de que su palabra tenga efecto en la España sangrienta del franquismo. Se aleja, por tanto, de la pretendida belleza del momento, de la prefección que se busca en ese periodo, y centra sus fuerzas en comunicarse en un país de censura. Unas de sus principales obras son:


Hombre
Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,

al borde del abismo, estoy clamando

a Dios. Y su silencio, retumbando,

ahoga mi voz en el vacío inerte.



Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte

despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo

oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando
solo. Arañando sombras para verte.



Alzo la mano, y tú me la cercenas.

Abro los ojos: me los sajas vivos.

Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.



Esto es ser hombre: horror a manos llenas.

Ser —y no ser— eternos, fugitivos.

¡Ángel con grandes alas de cadenas!

RELÁMPAGO APENAS
Besas como si fuesesa comerme.
Besas besos de mar, a dentelladas.
Las manos en mis sienes y abismadas
nuestras miradas. Yo, sin lucha, inerme,
me declaro vencido, si vencerme
es ver en ti mis manos maniatadas.
Besas besos de Dios. A bocanadas
bebes mi vida. Sorbes. Sin dolerme,
tiras de mi raíz, subes mi muerte
a flor de labio. Y luego, mimadora,
la brizas y la rozas con tu beso.


EN NOMBRE DE MUCHOS
PARA el hombre hambreante y sepultado
en sed –salobre son de sombra fría-,
en nombre de la fe que he conquistado:
alegría.
Para el mundo inundado
de sangre, engangrenado a sangre fría,
en nombre de la paz que he voceado:
alegría.
Para ti, patria, árbol arrastrado
sobre los ríos, ardua España mía,
en nombre de la luz que ha alboreado:
alegría.
Este último poema, el poeta expresa muy bien que quiere que se acabe la dictadura, y que España cambie a mejor.

Dámaso Alonso


Dámaso Alonso destaco en la poesía desarraigada en contra posición a la poesía arraigada, a una de las principales corrientes de la Lírica de la guerra civil española. 
Se caracterizó por el desarraigo por la angustia vital y el vacío, sentimientos que vienen dados por distintas causas, pero la causa principal es sin duda la experiencia de la Guerra civil y la Segunda guerra mundial.

Escribió un libro "Hijos de la luna" en el que se comprenden varios poemas. Tres de los poemas de este libro son:


Insomnio
Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según
las últimas estadísticas).
A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este
 nicho en el que hace 45 años que me pudro,
y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los
 perros, o fluir blandamente la luz de la luna.
Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como
 un perro enfurecido, fluyendo como la leche de la ubre
 caliente de una gran vaca amarilla.
Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole por
 qué se pudre lentamente mi alma,
por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta
 ciudad de Madrid,
por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el
 mundo.
Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?
¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día,
 las tristes azucenas letales de tus noches?


Preparativos de viaje
Unos
se van quedando estupefactos,
mirando sin avidez, estúpidamente, más allá, cada vez más allá,
hacia la otra ladera
otros
voltean la cabeza a un lado
 y otro lado,
sí, la pobre cabeza, aún no vencida,
casi
con gesto de dominio,
como si no quisieran perder la última página de un libro de
aventuras,
casi con gesto de desprecio
cual si quisiera
envolver con despectiva indiferencia las espaldas
a una cosa apenas si entrevista,
mas que no va con ellos.
Hay algunos
que agitan con angustia los brazos por fuera del embozo,
cual si en torno a sus sienes espantaran tozudos moscardones
azules
o cual si bracearan en un agua densa, poblada de invisibles
medusas.
Otros maldicen a Dios,
escupen al Dios que los hizo
y las cuerdas heridas de sus chillidos acres
atraviesan como una pesadilla las salas insomnes del hospital,
hacen oscilar como viento sutil
las alas de las tocas
y cortan el torpe vaho del cloroformo.
Algunos llaman con débil voz
a sus madres
las pobres madres, las dulces madres
entre cuyas costillas hace ya muchos años que se pudren las
tablas del ataúd.
Y es muy frecuente
que el moribundo hable de viajes largos
,de viajes por transparentes mares azules, por archipiélagos
remotos,
y que se quiera arrojar del lecho
porque va a partir el tren, porque ya zarpa el barco.
(Y entonces se les hiela el alma
a aquellos que rodean al enfermo. Porque comprenden.)
Y hay algunos, felices,
que pasan de un sueño rosado, de un sueño dulce, tibio y dulce,
al sueño largo y frío.
Ay, era ese engañoso sueño,
cuando la madre, el hijo, la hermana
han salido con enorme emoción, sonriendo, temblando, llorando,
han salido de puntillas,
para decir: «¡Duerme tranquilo, parece que duerme muy bien!»
Pero, no: no era eso.... Oh sí; las madres lo saben muy bien: cada niño se duerme de
una manera distinta...
Pero todos, todos se quedan
con los ojos abiertos.
Ojos abiertos, desmesurados en el espanto último,
ojos en guiño, como una soturna broma, como una mueca ante
un panorama grotesco,
ojos casi cerrados, que miran por fisura, por un trocito de arco,
por el segmento inferior de las pupilas.
No hay mirada más triste.
Sí, no hay mirada más profunda ni más triste.
Ah, muertos, muertos, ¿qué habéis visto
en la esquinada cruel, en el terrible momento del tránsito?
Ah, ¿qué habéis visto en ese instante del encontronazo con el
camión gris de la muerte?
No sé si cielos lejanísimos de desvaídas estrellas, de lentos
cometas solitarios hacia la torpe nebulosa inicial,
no sé si un infinito de nieves, donde hay un rastro de sangre, una
huella de sangre inacabable,
ni si el frenético color de una inmensa orquesta convulsa cuando
se descuajan los orbes
,ni si acaso la gran violeta que esparció por el mundo la tristeza
como un largo perfume de enero,
ay, no sé si habéis visto los ojos profundos, la faz impenetrable.
Ah, Dios mío, Dios mío, ¿qué han visto un instante esos ojos que
se quedaron abiertos?


Monstruos
Todos los días rezo esta oración
al levantarme:
Oh Dios,
no me atormentes más.
Dime qué significan
estos espantos que me rodean.
Cercado estoy de monstruos
que mudamente me preguntan
igual, igual que yo les interrogo a ellos.
Que tal vez te preguntan,
lo mismo que yo en vano perturbo silencio de tu invariable noche
con mi desgarradora interrogación.
Bajo la penumbra de las estrellas
y bajo la terrible tiniebla de la luz solar,
me acechan ojos enemigos,
formas grotescas me vigilan,
colores hirientes lazos me están tendiendo:¡son monstruos
estoy cercado de monstruos!
No me devoran.
Devoran mi reposo anhelado,
me hacen ser una angustia que se desarrolla a sí misma,
me hacen hombre,
monstruo entre monstruos.
No, ninguno tan horrible
como este Dámaso frenético,
como este amarillo ciempiés que hacia ti clama con todos sustentáculos enloquecidos,
como esta bestia inmediata
transfundida en una angustia fluyente,
no, ninguno tan monstruoso
como esta alimaña que brama hacia ti,
como esta desgarrada incógnita
que ahora te increpa con gemidos articulados,
que ahora te dice:
«Oh Dios
,no me atormentes más
,dime qué significan
estos monstruos que me rodean
y este espanto íntimo que hacia ti gime en la noche.

La poesía desarraigada

La poesía desarraigada surgió después de la guerra civil española, al año 1940. La poesía desarraigada evolucionó  hacia la poesía social de los 50.


Las características de la poesía desarraigada:
-Es una poesía rebelde, que supuso un gran estimulo para toda la generación de poetas que comenzó a publicar a partir de los últimos años cuarenta y se oponía a la supuesta armonía y quietud.
-Expresa un sentimiento de angustia hacia la vida. Tampoco tenían mucho de que alegrarse después de haber perdido la guerra.
-El protagonista es el hombre.
-La religiosidad también está muy presente en los poetas desarraigados, pero los poetas prefieren resaltar la desesperanza, la duda o el dolor humano.


De este periodo destacaron dos grandes poetas, Dámaso Alonso y Blas de Otero.